"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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01-04-2020 |
LA MEDICINA CONTRA LA SALUD EN LAS PUERTAS DE LA EDAD OSCURA
Marcelo Marchese
"Llegará un día en que el hombre despertará del ensueño y finalmente comprenderá quién es realmente, y comprenderá que ha cedido las redes de su existencia a una mente falsa y mentirosa que lo tiene esclavizado". Giordano Bruno.
La industria farmacéutica es una de las industrias más poderosas del mundo, y con la progresiva pérdida de salud, será la más poderosa del mundo junto a los servicios de seguridad, unidas las dos bajo la férula de la Banca.
Si alguien viniera y creara un medicamento que curara todas las enfermedades sería crucificado, pues eliminaría una monstruosa fuente de lucro. Los laboratorios estudian cómo crear medicamentos para aliviar algunos síntomas de las enfermedades, y cronificarlas, pues cronificarlas genera más dinero que curarlas definitivamente. Esto ha sido denunciado oportunamente por un premio Nobel de Medicina, pero no es necesario que lo diga ningún Premio Nobel de Medicina, es algo evidente de toda evidencia.
En este asuntillo de ganar dinero con los medicamentos está involucrada la OMS. Los Gobiernos deben enviar a la OMS cada cepa nueva que aparece, pues los virus mutan, mutan las bacterias y en suma, todo muta. El tema es que una cepa que apareció en alguna parte del sur de Asia, un poco más tarde surge en cualquier otra parte del mundo, pero con el medicamento ya pronto, motivo por el cual la Ministra de Salud de un país del sur de Asia avisaba que no le enviaría a la OMS ni una sóla cepa más que encontrara.
Pero hay algo más. La Bayer y Monsanto son la misma empresa que diseña una semilla de trigo ¿Con qué propósito? Alimentar, pero ¿cómo puede saber uno si la semilla no fue diseñada con un segundo propósito y un tercer propósito? La pregunta es si esas semillas no tienen cierta información que transforma alguna cosa, algún cambiecito en nuestro ADN y acaso eso incida en el progresivo aumento de casos de autismo entre otras graves consecuencias.
¿Cómo hacen las industrias farmacéuticas para vender? Tienen terribles equipos de psicólogos y sociólogos para diseñar su propaganda, pero en particular, tienen de socio y esclavo al Poder Médico. Los mecanismos de esclavitud son infinitos. Un médico comenta al visitador médico cierta hipótesis, el visitador le ofrece los medicamentos para hacer un estudio de campo con 20 pacientes (una truchada) y luego el médico publicará su "estudio" en una importante revista científica (terrible truchada) digitada por la empresa de medicamentos. "Ayúdame que yo te ayudaré" .
En esto cumple su lindo rol la autoridad médica, "las túnicas pesadas" y guay del médico que disienta de su saber,pues su futuro será oscuro como la maldad. Es el viejo magister dixit, el argumentum ad verecundiam y el recurso de auctoritas, transmitidos por la Iglesia a la Ciencia "laica".
Ocurre que ante las enfermedades se establecen protocolos, se debe medir esto así, se debe tratar esto asá y el asunto funciona como en un Ejército, y eso es lo que es, El Temible Ejército de la Medicina, que puede enchalecarte a la fuerza y de hecho, hacerte una lobotomía mediante químicos.
Los protocolos para este caso del Coronavirus son un delirio, como dijeron autoridades en la materia cuyo prestigio es tan grande que pueden hablar.
Entonces, en los últimos siglos, el Poder Médico ha acentuado su dominio sobre nosotros, o si se quiere, ha acentuado su dominio sobre nosotros el Estado por intermedio del Poder Médico. Claro, "es por nuestro bien", nos dirán, pero lo seguro es que han acentuado su dominio sobre nosotros, lo que también implica acentuar, y agravar, su discurso sobre un aspecto capital del hombre: la salud, lo que implica un discurso sobre un aspecto muy sensible de la realidad y por lo tanto, un discurso que refuerza nuestra noción de realidad, de aquello que creemos real.
Ahora bien, supongamos que todos nosotros vemos mundos distintos y como prueba, ahí tenéis los diversos cuadros de los impresionistas sobre el mismo puente. En rigor, quien tiene ojos claros ve el mundo más claro que quien tiene ojos oscuros, y en suma, todos vemos mundos distintos, lo que nos lleva a que en el pasado se veía el mundo de otra manera, pero no peor, si no cien mil veces más certera, y cuanto más viajemos en el tiempo y desembarquemos en la prehistoria, más certera será, y como prueba, ahí tenemos las inigualables pinturas de Altamira, cuyos contornos, en ocasiones, fueron hechos de un sólo trazo ¡Voilá!
El tema es que la Medicina tiene una mirada errada de la enfermedad, pues parte de una mirada errada de la vida y del hombre. Por supuesto, te pueden operar y sacar los meniscos, ponerte otro corazón y devolverte la vista, y en ese sentido, son harto eficientes. La duda, la inmensa duda, es si no habría otro camino menos tortuoso, donde el goce de cortar y serruchar y coser, goce sobre cuya existencia no hay dudas, tuviera menor cabida.
Por ejemplo, en la Amazonia, cuando a alguien se le disloca el hombro, se le fricciona y calienta suavemente con grasa hasta que se lo vuelve a colocar en su lugar con el mismo movimiento de fricción.
Por ejemplo, mi madre, María Eugenia Devincenzi Montero, y otros niños sufrieron de poliomielitis en la década del 40, y se curó ella y los otros niños de aquel hospital de Salto, gracias a un preparado a base de sangre de cabra y vaya a saber uno qué más, que trajo un tío, Jefe de Pluna en Salto, de alguna tribu de la Amazonia. No se curó el hijo del Médico Jefe, pues no bebió del preparado.
Ejemplos, abundan, pero a lo que quiero ir es a esto: la Medicina refuerza nuestra mirada falsa del mundo ¿A qué me refiero? A que si cada impresionista veía un mundo distinto, ergo, tenemos derecho a dudar del mundo que vemos ¿En qué se origina nuestra mirada del mundo, o de dónde nace? Es resultado de nuestra cultura, en el sentido antropológico, no libresco, del término: un sistema de sentimientos, ideas y técnicas históricamente dado, en todos los terrenos de la elaboración espiritual, intelectual y material.
Lo cierto es que en la prehistoria, y hasta que nacieron las religiones teocráticas y el Estado, las clases sociales, la esclavitud y la agricultura, se vivía una concepción radicalmente diferente del universo. Todos éramos parte de la divinidad, una divinidad que todo lo atravesaba. Todos éramos parte del universo y más que eso, cada uno de nosotros éramos el universo, por aquello de que el microcosmos contiene al macrocosmos. Según esta concepción, tu mente no tiene límite, pues abarca las estrellas, y según esta concepción, la palabra emana de la cosa que nombra. La palabra es la esencia de la cosa que nombra, y por lo tanto, la palabra tiene el don de sanar y de ahí los chamanes, y de ahí el zen, y de ahí los sofistas, y de ahí Jesucristo y Mahoma y Freud y muchos otros.
En aquel tiempo estábamos integrados al universo, a nuestra tribu, y lo que es más importante, a nosotros mismos. En algo errábamos, con certeza, si no, no hubiéramos llegado a este desastre, pero estábamos menos atomizados, los cuentos y las pinturas de las cavernas oficiaban en los rituales de adolescencia y teníamos más chances de ver al mundo como es, respirando, y escuchábamos, como debe ser, a las plantas, pues las plantas y los pájaros nos hablan, en caso contrario ¿cómo hubieran descubierto en la Amazonia, entre miles y miles de plantas, la mezcla de plantas que lleva a la ayahuasca?
Ahora bien, hemos afirmado el delirio de que las plantas y los pájaros nos hablan, pero aquí no termina la cosa: resulta que las paredes ondulan, y las casas, respiran, y el color rojo y el color amarillo tienen como unos pelitos que se mueven a gran velocidad, y el azul tiene unos pelitos que apenas se mueven y en suma, todo lo que vemos quieto y muerto, es resultado de la falsedad del mundo que vemos, y ese cuento de la materia inerte, es flor de cuento, acaso el peor cuento que instituyó la biología.
Entonces, si vemos un mundo donde las paredes no ondulan y las casas no respiran y el rojo y el amarillo no se mueven como locos, vemos un mundo falso, o a decir verdad, no vemos el mundo, vemos una apariencia del mundo ¿Una apariencia que es subsidiaria de qué? De nuestra esclavitud.
Te hablaron de la esclavitud aquí y allá, pero la esclavitud de verdad, la más eficiente y siniestra, es la esclavitud del hombre contemporáneo, el más pobre y desvalido de todos los hombres de la Historia, pues no hay esclavitud más eficiente que aquella en que el esclavo se cree libre, aquella en que el esclavo es el guardián de su hermano, aquella en que el esclavo ve las sombras proyectadas por un fuego en la pared de la caverna y cree que eso es el mundo.
La medicina agrega toneladas de escombro a la puerta de la caverna, y agrega leña al fuego, y te dice que algo se llama "culebra", cuando en realidad proyectan la sombra de un zapallo.
Hay un mundo adentro de éste o fuera de éste, sólo que este mundo impide verlo. El problema es que, si uno viera el otro mundo ¿cómo trasmitiría la nueva buena a sus hermanos?
Ese es un gran dilema cuyo esclarecimiento es el pan y el vino de los artistas, de los profetas y de tantos otros que enfrentan la esclavitud y que ahora se levantan ante el gran acontecimiento que marcará LA EDAD OSCURA, signada por una inaudita concentración de riquezas, una inaudita concentración del Poder, y lo que es más grave y ya está determinado por las dos razones anteriores, una inaudita y definitiva atomización del hombre.
Cuanto más demoremos en reaccionar, peor será.
¡Ah, me olvidaba! Los casos que te cuentan de muertos por Coronavirus, están hechos mediante unos protocolos que tienen el mismo valor que el excremento de vaca, pero no sirven ni para abono, ahora, son más escombros en la puerta de la caverna, escombros que hieden peor que los muertos.
Y algo más, no permitas que le cambien el nombre: se llama Coronavirus, no Covid-19. Este cambio obedece a un deseo por formatear tu memoria por medio de un lenguaje más abstracto, más frío, más "técnico", que logre aplastar la lengua viva.
Es curioso, pero la batalla crucial se juega en torno a una sóla palabra. Nos quieren precipitar al reino del número, y que lo hagan o no depende sólo de ti.
Fuente: https://www.uypress.net/auc.aspx?103336
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